Acuciante necesidad de silencio - Carlos Manzano

No sabría decir con exactitud en qué momento nació en mí esta acuciante necesidad de silencio. Lo más probable es que fuera surgiendo poco a poco, al hilo de mi creciente afición por la lectura y alentada por la exigencia de concentración que esta actividad conlleva. Quizá también influyera mi paulatino desinterés por el conjunto de problemas que tanto parecen angustiar a los demás y que en la mayor parte de los casos no pasan de simples inconvenientes sin apenas trascendencia. Poco después vinieron las salidas al campo y el descubrimiento de la inconmensurable belleza de los sonidos limpios, diáfanos, resplandecientes, no adulterados por la presencia humana. Más tarde fui adquiriendo conciencia de la necedad de la palabra hablada, del insoportable susurro de los murmullos, los roces y los rumores, de la hecatombe de las sillas arrastradas por el suelo, los motores agónicos de los coches o los gritos desaforados de las celebraciones. Fue mi mujer la primera en alarmarse ante mi creciente animadversión hacia toda aquella amalgama de sonidos desacompasados y sucios, a la que siguió un progresivo alejamiento de mis semejantes y el consiguiente aislamiento social. No le reprocho que al final acabara por abandonarme, incapaz de obtener de mí una sola respuesta que diera explicación a aquel abandono vital tan extremo, a aquella escandalosa dejación de mis deberes comunitarios. Minutos antes de marcharse, pude ver dibujada en sus ojos la estupefacción del que cree descubrir la locura y la sinrazón a un palmo de su propia vida. Aunque nada comparable a la cara de estupor del enfermero cuando vio la longitud de las agujas con que me había perforado los tímpanos.

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3 comentarios:

  1. Espléndido y luminoso relato, inmenso en su brevedad.

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  2. Profundo viaje interior hacia el silencio.

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  3. Los susurros de nuestros silencios...se hacen gritos en los otros...quienes no comprenden el lenguaje del vació.

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